Opinión

Bob Dylan y la dirección ideal

Por Fabrizio Zotta

– ¿Podría decirme su nombre para poder escribirlo sin errores?

– Odd Zschiedrich.

– ¿Con Z?

– Sí.

– ¿Cuál es su puesto en la Academia Sueca?

– Soy kansliansvarig vid Svenska Akademien, lo que ustedes llamarían una especie de Canciller, estoy a cargo de la Biblioteca Nobel y también soy maestro de ceremonias del Palacio Real de Estocolmo.

– Este es un diálogo imaginario, pero… ¿En qué idioma deberíamos continuar?

– Usted puede imaginar que hablo todos los idiomas, elija el que quiera.

– Mis lectores agradecerán que continuemos en español.

– Como usted prefiera.

– ¿Sabe que entregarle el Nobel de literatura a Bob Dylan molestó particularmente a los argentinos?

– No estoy muy al tanto, pero entiendo que será porque no se lo otorgaron a Jorge Luis Borges en su momento.

– Exacto. Que Borges no lo tenga, y que lo tenga Dylan es otro cachetazo a nuestro prócer más grande de las letras.

– Tengo entendido que ya no es tan leído en su país.

– Bueno, digamos que Svetlana Aleksiévich, Tomas Tranströmer o Imre Kertész no explotan en las librerías tampoco… En realidad, salvo algunas excepciones, casi nadie nunca conoce a los que ustedes premian.

– A Bob Dylan lo conocen, ¿Por eso lo discuten?

– Posiblemente. Por eso y porque da una sensación rara: como si no estuvieran leyendo. Quiero decir, mire que se escribe en el mundo…

– Se escribe mucho, es verdad. Yo le puedo asegurar que hay muchos novelistas de una intelectualidad exquisita y profunda, obras cuantiosas, millones de páginas escritas sobre casi cualquier cosa, pero no estoy tan seguro de que haya tantos de esos que en un solo verso conjugan emoción y sabiduría, describen toda una época, una cultura, y representan a toda una generación.

– Yo creo que sí debe haber varios más…

– Quizá no sea su generación la que está representada en Dylan. Pero si hiciera la lista de los 10 o 20 artistas más importantes del último siglo, no solo por su arte, sino por su legado, Dylan está en los primeros lugares, sin duda.

– Claro, pero también McCartney, Morrison, Leonard Cohen… ¿Está seguro que estamos hablando de lo mismo, Odd?… ¿Puedo llamarlo Odd, no?

– No lo sé, los suecos no tenemos casi permiso para la proximidad. Sr. Zschiedrich sería mejor.

– Usted, como uno de los referentes en la Academia, quizá podría insistir en la necesidad de ampliar los fundamentos. Un lacónico “por haber creado nuevas expresiones poéticas en la gran tradición de la canción americana” deja más dudas que otra cosa.

– Recuerde que, como dijo nuestro Alfred Nobel, el premio se entrega “a quien hubiera producido en el campo de la literatura la obra más destacada, en la dirección ideal.” No veo cuál puede ser la contradicción.

– Parece que ya desde Alfred tienen predilección por la ambigüedad… ¿La dirección ideal?

– ¿Le puedo hacer una pregunta, Fabrizio?

– Si, los argentinos tenemos muchos permisos para la proximidad, diga con confianza.

– ¿Por qué les interesa tanto el Premio Nobel? Si como usted dice, la mayoría de las veces se lo damos a gente que no conocen, con fundamentos cuestionables, con mezquindades políticas, como en el caso de Borges… Pareciera que no somos muy serios.

– No estoy tan seguro de que nos interese. Es otra cosa, creo que nos importa, pero no nos interesa. Y nos importa porque podemos cada uno entregar nuestro premio, con nuestros códigos y preferencias, y reírnos de la idiotez intelectual de los demás, que no se dan cuenta de lo que nosotros ya sabemos hace rato.

– ¿Usted es seguidor de Bob Dylan?

– No. Me gustó mucho Oh, Mercy, y los primeros discos, como Desire, que tiene Hurricane. Enorme canción… pero ya está para mí.

– Por ahí puede probar con intentar comprender más a fondo lo que hace, ver cual es su estética, profundizar en su lírica suculenta, darse cuenta de que ha inventado algo. Discutir a Dylan es como discutir al sol, allí está, para todos, y por encima de muchos, más allá de lo que a usted le parezca.

– Denle un Nobel de música, entonces, Odd.

– Temo que no me ha entendido. Debe ser por el idioma.

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